Quisiera que mis versos contengan la belleza que a una mujer sola llene al fin de amor, nenúfares que pueblen su pecho de jardines y en las alas del viento se trepe a mi calor.
Quisiera que llegara mi canto peregrino, como arrebato de un justo desatino quitando la sentencia del hombre juzgador. Nadie sabe de tus camas ni tus vicios, nadie, que no sea un cuerpo de amador. Quisiera libertarte de la culpa y de la pena, que somete la pluma del ingenuo acusador.
Quisiera que estés en mis ventanas, sosteniendo tu velamen de nítido esplendor. Que estés en los rincones que guarda mi osadía como símbolo y emblema de lunas y de sol, Que todo mi universo se aposente en tus entrañas, cantando tu silencio de amoroso ruiseñor.
Quisiera que todas las memorias se callasen, si el silencio es la escena del lírico fragor, en que husmeas guardando tu cordura, para entregarte a la hora precisa del amor. Quisiera que las placas de tu cuerpo se colgaran, logrando el epitafio de mi cuerpo de varón, saciado en las hogueras que guarda tu destino, a todo el camposanto de mi gran ensoñación.
No se acaben en la historia de los cuerpos, este canto indomable que os doy, mas simple , mas dulce, y mas sencillo, que aquél que recibes como puño de un adiós.
Pues quisiera que sepa el mundo entero, que eres reina vestida con rayo de la luna, y diosa de tu reino encantado de clamor, Que no hay espejos que reflejen tu hermosura, porque el alma no se ve con un vidrio reflejándolo hacia el sol, ni se presienten del espíritu sus besos, mirando un par de senos en ropa de interior.
Quisieran que comprendan los hombres vulnerados, las trágicas cegueras que marcan un reloj, cuando el tiempo ya ha acabado con el tiempo y son escombros de despechos… los cantos de su voz.
Walter Faila
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