Aymé!
Y sabías amar, y eras prudente, y era la primavera y eras bueno, y estaba el cielo azul, resplandeciente.
Y besabas mis manos con dulzura, y mirabas mis ojos con tus ojos, que mordían a veces de amargura.
Y yo pasaba como el mismo hielo... Yo pasaba sin ver en dónde estaba ni el cruel infierno ni el amable cielo.
Yo no sentía nada... En el vacío vagaba con el alma condenada a mi dolor satánico y sombrío.
Y te dejé marchar calladamente, a ti, que amar sabías y eras bueno, y eras dulce, magnánimo y prudente.
Toda palabra en ruego te fue poca, pero el dolor cerraba mis oídos... Ah, estaba el alma como dura roca.
ALFONSINA STORNI
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