Tenés una crúz con tu nombre recostada en la espalda. Un lunar en el hombro, con tu risa marcada. Una fe ciega y necia en temer lo que amas. Y un pudor oculto y niño (una voz que se apaga). Tenés un dolor que te abisma, que te pesa y no derramas. Y un secreto tan cierto, que por cierto, lo callas. Una caricia tierna, que revolcás en mi almohada. (que me hace sentirte cerca, como anexado a mis ansias; que me hace saberte lejos, como pasos en la nada). Sos una espera fortuita que de esperar no se cansa. Sos una lágrima seca, como yo, sos el alma, mi ángel gris, mi cuentero. El pájaro sin su vuelo: cemento gris y azul cielo.