Homenaje a ellos
¡QUE VELOZ es la bala! No obstante, jamás llegará.
Están sentados- sus pestañas son velas, sus manos restos de navíos.
De vez en cuando el cielo envía un ángel para visitarlos mas éste se pierde por el camino.
Avanzo en su dirección. Entre ellos, muerta, una mujer a la que amé. Entre ellos, un niño que se parece a mí.
Aprenden el alfabeto de las olas para leer las playas.
Tu pálida imagen relumbra nuevamente en ellos: ¡Salve! Feminidad de la tierra.
Sin embargo... No veo en sus heridas ninguna rosa y las estrellas, sobre ellos, permanecen blancas.
Intentó cruzar la calle: no pudo andar por la sombra ni pudo andar por el sol ni halló, entre ambos, camino.
El día se inclina, el cielo se acurruca y el sol se contenta con ser bastón para el viejo vendedor de fruta.
Se ahoga al recordar. Se ahoga al intentar olvidar: es un infierno que se devora.
El humo es tinta que escribe el tiempo.
Calle- templo que se apoya en las muletas de sus oraciones.
De las ventanas cuelgan espectros que no son ni cuerpos ni ropajes. Preguntad a la silente misa que flota sobre los escombros.
El tiempo corre a mi lado en una pesadilla que improvisa el camino.
La ceniza que ha devorado a los muertos no se acuerda de ninguno.
El cielo afirma que desciende y camina entre la gente. Tal vez sea cierto mas yo no lo veo.
Con hilos de rosa amarraban la muerte y la arrojaban al regazo del agua.
Despojos de figuras en el cuerpo del aire: son los hijos del Líbano que embellecen el libro de la tierra y enmiendan el horizonte.
Si el mar envejeciera elegirá Beirut como recuerdo.
A cada instante la ceniza demuestra que es el palacio del futuro.
Desesperado, hasta el aire se dispone a tender el cuello a cualquier asesino.
Rebaños de sangre pastan por la superficie de la tierra.
¿Cómo podrá cicatrizar esa herida? ¿Y cómo podría alumbrarse de otra?
De "Homenajes" 1988 Versión de María Luisa Prieto
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