Encontré una interesante reflexión de Neale Donald Walsch, acerca de lo que siempre queremos o deseamos en nuestras oraciones constantemente. Parece contradictorio pero si observamos con profunda atención puede esconder una gran verdad. No es que sea equivocado desear o querer alcanzar algo; es la cualidad que le impregnamos a esos deseos.
“No tendrás lo que pides, ni podrás tener nada de lo que quieres. Y ello por que vuestra propia petición es una afirmación de vuestra carencia, y el decir que quieres una cosa únicamente sirve para producir esa experiencia concreta -la carencia- en vuestra realidad.
Por lo tanto, la oración correcta no es nunca de súplica, sino de gratitud.
Cuando das gracias a Dios por adelantado por aquello que habéis decidido experimentar en vuestra realidad, estáis efectivamente reconociendo que eso está ahí . . .en efecto. La gratitud es, pues, la más poderosa afirmación dirigida a Dios; una afirmación a la que habrá contestado incluso antes de que la formuléis.
Así pues, no supliquéis nunca. Antes bien, agradeced.”
Pero es necesaria también una gran madurez, un compromiso y seriedad en la manera como nos dirigimos en la vida. No podemos jugar con nuestros deseos, como si pudieran realizarse instantáneamente. De otro modo estaremos afirmando con eso que no tienen validez, que no son verdaderos.
Mantener nuestros deseos en el tiempo, ser constantes y perseverantes. Nuestras acciones deben ser un fiel reflejo de lo que queremos lograr. Existe acaso mejor demostración de lo que en verdad deseamos si hemos actuado en consecuencia.