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Aun no admites que eres rosa y no espina,
eres manantial de luz
y no resplandor de luna pálida,
aunque la soledad deba enseñarte
que es mejor arriesgarlo todo
antes de quedarse callada.
Tú que guardas tardes en tus ojos,
lunas y suspiros bajo tu almohada
no guardes lágrimas y recuerdos que te hieren,
mejor salva el amor y déjame guardarme
en tu mirada.
Quién fuera el barco de tu puerto,
quién fuera el agua de tu mar,
el que leyera tus pensamientos,
el que pudiera estar en ti.
Nunca olvides que eres horizonte
y nube de algodón,
porque eres y estás
en la sombra del agua
y en el eco de un suspiro,
suave y tierna, fugaz y eterna
como diosa dormida.
Autor: Manuel de Jesús Galdamez