Contra el cielo bermejeado en la tarde somnolienta, poblado de nubes pardas, perezosas y resecas que van despidiendo al sol y perdiéndolo allá en la tierra...
Contra ese cielo infinito, misterioso y en silencio que envuelve de paz los campos y va ocultando la sierra; parda, tenaz, solitaria, se recorta tu silueta.
Persevera ella en su vuelo sin saber bien qué persigue, el volar es su único anhelo, y es que su alma le pide alcanzar dulce consuelo; morir por lo que se vive.
Yo la observo en mi soledad envidiando su fortuna; sin fronteras en su cielo, dueña de su mundo entero y esperándola a lo lejos, con su corte de luceros, infatigable; La Luna.
Inexorable y lenta como el tiempo del condenado su figura se hace chica, más compacta y más fugaz, como los brillos que brindan las estrellas a la paz.
Y yo me sueño en mi vuelo, surcando ese mismo cielo; buscando la estela de plata que fueron a bordar sus patas cuando rompió ese cristal y se fundió con la mar.
Ahora ya no valen duelos; ahora no sirve llorar; ahora, tú, yo, el Universo y sólo el sabor de la sal.
J. Miguel Román
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