Una madre acude al ginecólogo con sus dos hijas de 13 y 20 años
respectivamente.
"¿Qué la trae, por la clínica?", pregunta el
galeno.
"Mis hijas y yo, doctor".
"Veamos, cuénteme".
"Doctor,
mi hija menor tiene los senos duros como limones".
"¿Cómo? A
ver..."
"Mire, doctor".
Y le muestra los senos de la niña.
Después
de inspeccionar por cinco minutos, el médico expone:
"Sí,
señora, duritos, duritos, como limoncitos".
"Mi hija mayor,
también los tiene duritos, como pomelos".
El facultativo
rápidamente inspecciona y luego de diez minutos le comunica a la madre:
"Sí,
señora, duritos, duritos, como pomelos".
"¡Y yo, mire mis senos
como melones, duritos, duritos!", dice la madre mientras echa fuera sus
senos.
El especialista inspecciona a la madre durante medía hora
(con los ojos en blanco, el pobre).
"Doctor, dígame ¿que podrá
ser?"
"¡No sé, señora...!"
Y agitado continúa:
"Debe
ser un mal de frutas, porque ¡mire como tengo el plátano: durito,
durito!"