Jesús vino a la tierra y derramó su sangre para la salvación de la humanidad, afirman los cristianos. En efecto, Jesús es verdaderamente «el Salvador», pero en la forma que lo comprenden. Porque si se hubieran salvado verdaderamente, ¿por qué los humanos, los cristianos incluidos, continúan siendo tan débiles, egoístas y malvados? ¿Por qué se destruyen y destruyen a su prójimo? El sacrificio de Jesús tiene por tanto un significado completamente diferente. Cuando Jesús vino a encarnarse, el camino psíquico de la tierra al Cielo estaba obstruido. Todas las ignominias, todos los pensamientos y todos los sentimientos criminales, todas las pasiones desenfrenadas de las anteriores generaciones habían hecho proliferar en el plano astral a una multitud de criaturas monstruosas que impedían a los humanos, excepto algunos seres de élite, progresar espiritualmente. Jesús se sacrificó por lo tanto para liberar este camino: al derramar su sangre, sació el hambre de todos estos monstruos, y éste es un sacrificio infinitamente mayor de lo que imaginamos… A partir de entonces el camino se abrió para todos. Pero cada uno debe hacer por sí mismo el esfuerzo de seguirlo. El camino está libre, pero para ser salvados, somos nosotros quienes debemos recorrerlo."
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