Mi caballo inquieto me espera,
no necesita silla ni espuelas,
el sabe llevarme raudo
sabe cruzar las estrellas.
El camino que se quiebra,
lo podemos remontar,
es la fuerza del movimiento
que nunca estático está.
Surcamos vientos y mareas,
rozamos la luna al pasar
ella que se está muy quieta
para podernos besar.
Alto, rápido, crucemos el Arco Iris,
que se convierte en alfombra
para que si descansar precisamos,
él se convierta en estrellas.
Rosario de Cuenca Esteban