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Hermosas Reflexiones: SI YO FUERA CÓMO ELLOS
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Paqui  (Mensaje original) Enviado: 10/05/2010 16:09

 

 

 

Si yo fuera como ellos…

Érase una vez un hombre que no creía en Dios. No tenía

reparos en decir lo que pensaba de la religión y las

festividades religiosas, como la Navidad. Su mujer,

en cambio, era creyente a pesar de los comentarios

desdeñosos de su marido.

Una Nochebuena en que estaba nevando, la esposa se

disponía a llevar a los hijos al oficio navideño de la

parroquia de la localidad agrícola donde vivían.

Le pidió al marido que los acompañara, pero él se negó.

-¡Qué tonterías! -arguyó-. ¿Por qué Dios se iba a rebajar

a descender a la tierra adoptando la forma de hombre?

¡Qué ridiculez!

Los niños y la esposa se marcharon y él se quedó en casa.

Un rato después, los vientos empezaron a soplar con

mayor intensidad y se desató una ventisca. Observando

por la ventana, todo lo que aquel hombre veía era una

cegadora tormenta de nieve. Y decidió relajarse

sentado ante la chimenea.

Al cabo de un rato, oyó un golpazo; algo había golpeado

la ventana. Luego, oyó un segundo golpe fuerte.

Miró hacia afuera, pero no logró ver a más de unos

pocos metros de distancia. Cuando empezó amainar la

 nevada, se aventuró a salir para averiguar qué

había golpeado la ventana.

En un campo cercano descubrió una bandada de gansos

salvajes. Por lo visto iban camino al sur para pasar allí

el invierno, y se vieron sorprendidos por la tormenta de

nieve y no pudieron seguir. Perdidos, terminaron en

aquella finca sin alimento ni abrigo. Daban aletazos y

volaban bajo en círculos por el campo, cegados por

la borrasca, sin seguir un rumbo fijo. El agricultor dedujo

que un par de aquellas aves habían chocado con su ventana.

Sintió lástima de los gansos y quiso ayudarlos.

-Sería ideal que se quedaran en el granero -pensó-. Ahí

estarán al abrigo y a salvo durante la noche mientras

pasa la tormenta.

Dirigiéndose al establo, abrió las puertas de par en par.

 Luego, observó y aguardó, con la esperanza de que las aves

advirtieran que estaba abierto y entraran. Los gansos,

no obstante, se limitaron a revolotear dando vueltas.

No parecía que se hubieran dado cuenta siquiera de la

existencia del granero y de lo que podría significar

en sus circunstancias. El hombre intentó llamar la

atención de las aves, pero sólo consiguió asustarlas

y que se alejaran más.

Entró a la casa y salió con algo de pan. Lo fue partiendo

en pedazos y dejando un rastro hasta el establo.

Sin embargo, los gansos no entendieron.

El hombre empezó a sentir frustración. Corrió tras

 ellos tratando de ahuyentarlos en dirección al granero.

Lo único que consiguió fue asustarlos más y que se

dispersaran en todas direcciones menos hacia el granero.

Por mucho que lo intentara, no conseguía que entraran al

granero, donde estarían abrigados y seguros.

-¿Por qué no me seguirán? -exclamó- ¿Es que no se dan

 cuenta de que ese es el único sitio donde podrán sobrevivir

a la nevasca?

Reflexionando por unos instantes, cayó en la cuenta de

que las aves no seguirían a un ser humano.

-Si yo fuera uno de ellos, entonces sí que podría salvarlos

-dijo pensando en voz alta.

Seguidamente, se le ocurrió una idea. Entró al establo,

agarró un ganso doméstico de su propiedad y lo llevó

en brazos, paseándolo entre sus congéneres salvajes.

A continuación, lo soltó.

Su ganso voló entre los demás y se fue directamente

al interior del establo. Una por una, las otras aves

 lo siguieron hasta que todas estuvieron a salvo.

El campesino se quedó en silencio por un momento,

mientras las palabras que había pronunciado hacía

 unos instantes aún le resonaban en la cabeza:

-Si yo fuera uno de ellos, ¡entonces sí que podría salvarlos!

Reflexionó luego en lo que le había dicho a su mujer aquel

día: -¿Por qué iba Dios a querer ser como nosotros?

 ¡Qué ridiculez!

De pronto, todo empezó a cobrar sentido. Entendió que

eso era precisamente lo que había hecho Dios. Diríase

que nosotros éramos como aquellos gansos: estábamos

ciegos, perdidos y a punto de perecer. Dios se volvió

como nosotros a fin de indicarnos el camino y, por

consiguiente, salvarnos. El agricultor llegó a la

conclusión de que ese había sido ni más ni menos el

objeto de la Natividad.

Cuando amainaron los vientos y cesó la cegadora nevasca,

su alma quedó en quietud y meditó en tan maravillosa idea.

De pronto comprendió el sentido de la Navidad y por qué

había venido Jesús a la Tierra. Junto con aquella

tormenta pasajera, se disiparon años de incredulidad.

Hincándose de rodillas en la nieve, elevó su primera plegaria:

-”¡Gracias, Señor, por venir en forma humana

 a sacarme de la tormenta!”

 

DE LA RED

 



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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: Margarita12 Enviado: 25/05/2010 17:34
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