Tocando palmas me siente la vida
que me embarga y me hace demente,
mientras mis pies cobijan las maderas
que se me hacen delirios.
Bailo hasta el cansancio con deleite
y me entrego en el torbellino
de los giros de mi piel,
que sangra de placer.
Toca para mi, esa guitarra,
desgarra el aire en mi espalda,
hazme sentir la noche y la mañana
del amanecer del embrujo.
Cuando caiga rendida en el suelo,
mis ojos cerraré viendo el cielo amado
mientras a mi alrededor y para mi
bailarán castañuelas y las notas.
Rosario de Cuenca Esteban
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