"Cuando un mago, un Iniciado, quiere consagrar un objeto, empieza por purificarlo, por exorcizarlo. Y lo hace de esta forma porque el objeto ha recibido ya la influencia de las personas que lo han tocado, de los acontecimientos que se han producido a su entorno y que han depositado sobre él unas capas fluídicas opacas e impuras. Estas capas impiden que el pensamiento mágico pueda impregnar el objeto, porque forman como una barrera, como una pantalla que supone un obstáculo. Cuando el objeto ha sido exorcizado mediante fórmulas, vapores de incienso, el Iniciado lo consagra a tal entidad, a tal poder, a tal principio, a tal virtud. Y entonces el objeto queda reservado, es como si se hubiese puesto un cartel: «Prohibido que penetren las fuerzas del mal.» Queda impregnado de luz y sólo las entidades celestiales pueden instalarse en él para servirse de él."
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