"Los estados místicos, el arrobamiento, la iluminación del alma y del espíritu, son para mucha gente estados anormales, peligrosos incluso. Según ellos, sólo hay que confiar en el intelecto, en la razón. Pero cuando se trata de placeres, de instintos, de pasiones, entonces es diferente: en lugar de activar su intelecto y de ver que van a introducir en sí mismos toda clase de elementos nocivos que les arrasarán, esa gente tan aposentada y razonable se abandona completamente. En este caso, piensan que no sólo está permitido, sino que es aconsejable no razonar a fin de experimentar sensaciones más fuertes. Y a esto se le llama "vivir". Pues bien, se equivocan: más bien al contrario, mejor sería para ellos mantener la cabeza fría, rechazar esos placeres y tratar de vivir estados divinos."