Me llama la montaña,
me canta la cima,
me enseña los mares
mientas oímos nuestros latidos.
Pradera que deja dormir la siesta,
árboles milenarios,
ríos cantarines,
canto del Mirlo.
Me reclaman mis ancestros,
en suave brisa que mece
lo antiguo que guardo
en el baúl de los suspiros.
Valle que me acoge,
donde las amapolas
ríen conmigo
en el crepúsculo.
Rosario de Cuenca Esteban
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