Tan lejana la lluvia me recuerda,
esas tardes de paz, que compartimos,
preludios de unidad era su prenda,
cada sueño una flor, vuelta en racimos.
Hoy, una gota de sal por la tez rueda,
en la abrupta pendiente en que caímos.
Un adiós sin adiós, rompió la cuerda
dejando así de ser, lo que ayer fuimos.
Paradoja brutal la del destino
que nos separa de aquello tan querido,
mezclando con dolor: su agua y su vino.
Sacrificio, de silencio dolorido,
que nace sin nacer del desatino,
de llamar: "nuestro", lo que nunca ha sido