Eternidad.
Lo que tienes no te pertenece, aunque forme parte de ti.
Todo lo que eres te fue prestado un día por el Creador para que puedas dividir con aquellos que entran en tu vida.
Nadie se cruza en tu camino por casualidad y tú no entras en la vida de nadie sin alguna razón. Hay mucho que dar y recibir, hay mucho que aprender, con experiencias buenas y negativas.
Así es... Intenta ver las cosas negativas que te pasan como algo que sucede por una precisa razón. Y no te lamentes por lo ocurrido; además de que no sirve de nada reclamar, eso va a vendar tus ojos para continuar por el camino.
Cuando no consigues quitarte de la cabeza que alguien te hirió, solamente estás reavivando la herida, tornándola, en bastantes ocasiones, mayor de lo que era al principio.
No siempre los demás te hacen daño voluntariamente. Muchas veces eres tú quien se siente herido y la otra persona ni siquiera se dio cuenta; y te sientes decepcionado porque no correspondió a tus expectativas. ¡A tus expectativas!!! ¿Y se sabe cuáles eran las expectativas del otro? Tú te decepcionas y decepcionas también. Pero, por supuesto, es mucho más fácil pensar en las cosas que nos afectan.
Cuando alguien te diga que no fue su intención ofenderte, ¡Créele! Va a hacerte bien. Así, tal vez podrá entender cuando tú lo ofendas y digas, con sinceridad, "fue sin querer".
¡Da de ti mismo cuanto puedas! Sabes... Cuando te vayas, lo único que vas a dejar es el recuerdo de lo que hiciste aquí.
Se bueno, intenta dar siempre el primer paso, nunca niegues una ayuda que esté a tu alcance, perdona y da todo de ti mismo.
¡Se una bendición! Dios no viene en persona para bendecir, Él usa a los que están aquí dispuestos a cumplir esa misión.
¡Todos nosotros podemos ser Ángeles!
La eternidad está en nuestras manos. Vive de tal manera que, cuando te vayas, mucho de ti quede aún en aquellos que tuvieron la buena ventura de encontrarte.
Letícia Thompson