Cuando en tus ojos veo
levantarse la aurora de la vida
y en tus pupilas
el atardecer despliega
la mansedumbre sin medida,
tu mirada me penetra
hasta las entrañas más escondidas
y el bálsamo de tu presencia
suave me acaricia.
Fundida en la luz
que enciende el manantial
de la sonrisa,
la frescura de tu rostro,
siempre nuevo,
se hace brisa
que me envuelve
en el toque delicado.
Y eterniza el momento
en que el tiempo se detiene
y se desliza.
La noche iluminada
que pétalos de estrellas
deshoja distraida,
reposa en la conciencia
de los amantes
que se entregan a la vida.
Y la luna pálida,
que en su ausencia
virginal y pura está dormida
descansa en el aliento vital
e ilusionado que el amor respira.
Y el manto del silencio
que es música dorada y cristalina...
nos cubre y nos envuelve
en la sinfónica pasión
que nos anida.
Ya no son dos,
sino la mística canción
que se unifica
en los latidos
de los que siendo dos,
con un mismo corazón palpitan.