Nadie alcanza la meta con un solo intento ni perfecciona la vida con una sola rectificación, ni alcanza la altura con un solo vuelo.
Nadie camina la vida sin haber pisado en falso muchas veces...
Nadie recoge cosechas sin probar muchos sabores, enterrar muchas semillas y abonar mucha tierra.
Nadie mira la vida sin acobardarse en muchas ocasiones, ni se mete en barco sin temerle a la temperatura, ni llega a puerto sin remar muchas veces.
Nadie siente el amor sin probar sus lágrimas ni recoge rosas sin sentir espinas.
Nadie hace obras sin martillar sobre un edificio, ni cultiva la amistad sin renunciar ahí mismo...
Nadie llega a la otra orilla sin haber ido haciendo puentes para pasar.
Nadie deja el alma lustrosa sin el pulimento diario de Dios.
Nadie puede juzgar sin conocer primero su propia debilidad.
Nadie consigue su ideal sin haber pensado muchas veces que perseguía un imposible.
Nadie conoce la oportunidad hasta que ésta pasa por su lado y la deja ir.
Nadie encuentra el pago de Dios hasta caminar por la sed del desierto.
Nadie deja de llegar, cuando tiene la claridad de un don, el crecimiento de su voluntad, la abundancia de la vida, el poder para realizarse y el impulso de la fe.
Nadie deja de arder con fuego dentro de nadie.
Nadie deja de llegar cuando en verdad se lo propone.