Ah, bella y dulce criatura,
a vos hago confesión:
¡al veros sentí en el pecho
el agudo pasador!
Por vos perdí la carrera
y el aplomo a la sazón
que hállome malherido
peligrando el corazón.
Me dejáis desacordado,
rendisteis mi defensión,
agora voy sin sonrisa
pues me la robasteis vos.
Me sometéis al hechizo
de amaros sin remisión,
aunque no estuviera cierto
que ello fuera curación.
Ah, bella y dulce criatura,
ni aun el cándido licor
vuestro cuerpo blanco y liso
asemeja en el color.
Señora en quien la belleza
brilla con propio fulgor,
¿por qué no disteis aviso
de vuestra presentación?
Agora hállome herido
del agudo pasador
que no me puedo alejar
de ningún modo de vos.
Otra el gozo no me diera
porque como vos no hay dos
así como no hay dos rosas
iguales en Jericó.
Si te dolieras de mí
oyendo esta confesión
más que un querube me fueras
santa de mi devoción.
Mi franca y cortés señora
sólo amaros quiero yo
desque sintiera en el pecho
¡el agudo pasador…!
DE LA RED