Madre
Hay una mujer que tiene algo de Dios
por la inmensidad de su amor,
y mucho de ángel
por la incansable solicitud de sus cuidados;
una mujer que, siendo joven,
tiene la reflexión de una anciana,
y en la vejez, trabaja con el vigor de la juventud;
una mujer que, si es ignorante,
descubre los secretos de la vida
con más acierto que un sabio,
y si es instruida,
se acomoda a la simplicidad de los niños;
una mujer que siendo pobre,
se satisface con la felicidad de los que ama,
y siendo rica daría con gusto su tesoro
por no sufrir en su corazón la herida de la ingratitud;
una mujer que siendo vigorosa
se estremece con el llanto de un niño,
y siendo débil se reviste a veces con la bravura de un león;
una mujer que mientras viva,
no la sabremos estimar,
porque a su lado todos los dolores se olvidan,
pero después de muerta,
daríamos todo lo que somos
y todo lo que tenemos por mirarla un solo instante,
por recibir de ella un solo abrazo,
por escuchar un sólo acento de sus labios.
De esta mujer no me exijáis el nombre,
si no queréis que empape con lágrimas vuestro álbum,
porque ya la vi pasar en mi camino.
Cuando crezcan vuestros hijos,
leedles esta página y ellos,
cubriendo de besos vuestra frente,
os dirán que un humilde viajero
en pago del suntuoso hospedaje recibido,
ha dejado aquí,
para vosotros y para ellos,
un boceto del retrato de su madre.
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