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¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras? ¿Qué interés se te sigue, Jesús mío, que a mi puerta, cubierto de rocío, pasas las noches del invierno escuras?
¡Oh. cuánto fueron mis entrañas duras, pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío si de mi ingratitud el hielo frío secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el ángel me decía: "Alma, asómate agora a la ventana; verás con cuánto amor llamar porfía!"
¡Y cuántas, hermosura soberana, "Mañana le abriremos", respondía, para lo mismo responder mañana!
Lope Félix de Vega y Carpio
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