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General: EVANGELIO DE HOY (13 de SEPTIEMBRE)
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De: campitos0 (Mensaje original) |
Enviado: 13/09/2010 18:04 |
Lunes de la XXIV Semana del Tiempo Ordinario
Evangelio según San Lucas 7,1-10. Cuando Jesús terminó de decir todas estas cosas al pueblo, entró en Cafarnaún. Había allí un centurión que tenía un sirviente enfermo, a punto de morir, al que estimaba mucho. Como había oído hablar de Jesús, envió a unos ancianos judíos para rogarle que viniera a curar a su servidor. Cuando estuvieron cerca de Jesús, le suplicaron con insistencia, diciéndole: "El merece que le hagas este favor, porque ama a nuestra nación y nos ha construido la sinagoga". Jesús fue con ellos, y cuando ya estaba cerca de la casa, el centurión le mandó decir por unos amigos: "Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres en mi casa; por eso no me consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque yo -que no soy más que un oficial subalterno, pero tengo soldados a mis órdenes- cuando digo a uno: 'Ve', él va; y a otro: 'Ven', él viene; y cuando digo a mi sirviente: '¡Tienes que hacer esto!', él lo hace". Al oír estas palabras, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguía, dijo: "Yo les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe". Cuando los enviados regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente sano.PALABRA DEL SEÑOR
Comentario: Fr. John A. SISTARE (Cumberland, Rhode Island, Estados Unidos)
Os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande
Hoy, nos enfrentamos a una pregunta interesante. ¿Por qué razón el centurión del Evangelio no fue personalmente a encontrar a Jesús y, en cambio, envió por delante algunos notables de los judíos con la petición de que fuese a salvar a su criado? El mismo centurión responde por nosotros en el pasaje evangélico: Señor, «ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo de palabra, y quede sano mi criado» (Lc 7,7). Aquel centurión poseía la virtud de la fe al creer que Jesús podría hacer el milagro —si así lo quería— con sólo su divina voluntad. La fe le hacía creer que, prescindiendo de allá donde Jesús pudiera hallarse, Él podría sanar al criado enfermo. Aquel centurión estaba muy convencido de que ninguna distancia podría impedir o detener a Jesucristo, si quería llevar a buen término su trabajo de salvación.
Nosotros también estamos llamados a tener la misma fe en nuestras vidas. Hay ocasiones en que podemos ser tentados a creer que Jesús está lejos y que no escucha nuestros ruegos. Sin embargo, la fe ilumina nuestras mentes y nuestros corazones haciéndonos creer que Jesús está siempre cerca para ayudarnos. De hecho, la presencia sanadora de Jesús en la Eucaristía ha de ser nuestro recordatorio permanente de que Jesús está siempre cerca de nosotros. San Agustín, con ojos de fe, creía en esa realidad: «Lo que vemos es el pan y el cáliz; eso es lo que tus ojos te señalan. Pero lo que tu fe te obliga a aceptar es que el pan es el Cuerpo de Jesucristo y que en el cáliz se encuentra la Sangre de Jesucristo». La fe ilumina nuestras mentes para hacernos ver la presencia de Jesús en medio de nosotros. Y, como aquel centurión, diremos: «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo» (Lc 7,6). Por tanto, si nos humillamos ante nuestro Señor y Salvador, Él viene y se acerca a curarnos. Así, dejemos a Jesús penetrar nuestro espíritu, en nuestra casa, para curar y fortalecer nuestra fe y para llevarnos hacia la vida eterna.
»¦«maiev25»¦«2009»¦« |
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De: Paqui |
Enviado: 14/09/2010 09:49 |
FELIZ Y HERMOSO DÍA
COMPARTIR ES ALGO MUY HERMOSO
GRACIAS POR HACERLO AQUÍ.
BESITOS
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Mil gracias por estar en aquí y traernos este aporte tan bello, que este día te traiga cosas bonitas, muackkkkkkkkk
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De: yanely |
Enviado: 15/09/2010 20:00 |
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