Todo dolor se debe entender como lo que es: un paso más hacia la purificación, un aprendizaje que hace adelantar, a pesar de uno mismo la mayor parte de las veces. Es la manera que conoce el ser humano para evolucionar, cuando deshecha inconscientemente otras posibilidades alternativas que le conducirían hacia el mismo puerto.
Todos los seres se equivocan: esa es precisamente la finalidad de encarnar en un planeta como la Tierra: aprender. Si no necesitaran aprender, no estarían aquí. Cuando la vida insiste en poner en el camino la misma piedra para tropezar, se debe buscar la lección detrás de la experiencia.
Ningún error humano es tal a los ojos de Dios. Es una manera de aprender a través del ejercicio del libre albedrío -el bien y el mal en su plano- donde cada ser recoge en vida encarnada o desencarnada los frutos de sus propias acciones.
Generalmente el equívoco precede a la toma de conciencia del error. Otra cuestión es la percepción del fallo como tal: la mayor parte de las veces, es la vergüenza la que empuja al individuo a percibir la dimensión del error respecto a sus semejantes, y no antes. El ser humano toma conciencia de la gravedad del asunto cuando se da cuenta del dolor que ocasionó a sus pares.
Cada ser es un cúmulo único de vivencias, valores, sentimientos y una realidad creada por él mismo. Sólo a través de la experiencia compartida se aprende a ponerse en el lugar del otro.
Debido a la naturaleza y condición del ser, cada uno elige rumbos o caminos de acuerdo a la afinidad de creencias, sentimientos o realidades. Los años biológicos generalmente no hacen más que solidificar viejas estructuras que el individuo tiende a repetir por comodidad, seguridad, o debilidad para cambiar.
El orgullo no es sino una faceta encubierta de la personalidad del individuo. Encubierta porque detrás del orgullo se esconden falencias propias, temores antiguos, miedo al rechazo y mortificación. En definitiva, pena por uno mismo. El orgullo es el camino de los ciegos de corazón.
Resentir es peor que perdonar, masticar el odio una y otra vez no hace sino estancar. Activa indefinidamente la rueda del karma a la que voluntariamente están sometidos.
El Perdón es el arma mágica de la que han sido dotados al encarnar en este plano, para acercarse voluntariamente al Proceso de Ascensión. El Perdón purifica, cura, calma, sosiega, sana.
El verdadero poder sanador del Perdón devuelve a cada uno lo que le corresponde por Voluntad Divina.