El viejo Motl estaba agonizando, su larga vida llegaba al final.
El médico de guardia observaba como el anciano se dirigía a sus hijos, que lo acompañaban parados al lado de la cama.
- ¡Dvoire!, ¿estás ahí ? Para tí, hijita, todas las casas del barrio más residencial de la ciudad, te lo mereces por que siempre has sido una buena hija.
- ¡Móishele!, querido hijo mayor... A tí te dejo todos los edificios del centro, gracias a tu esfuerzo, he podido crecer económicamente y viajar tres veces a Israel.
- ¡Iósele!, ¿está Iósele aquí? Para tí ínguele las casitas del barrio obrero.
- ¡Cuántas propiedades que tiene don Marcos! - dice el médico.
- Nooo -responden los tres hijos- es que tenemos un reparto de soda a domicilio.