No construyamos nada que nos haga querer quitarle la honra, la gloria y alabanza a Jesús para agradar al hombre, ya que quien así lo hace y lo enseña, es como si crucificara el Espíritu de Jesucristo para resucitarlo a su condición de haber sido el Hijo del hombre, y todo eso por sus dudas y temores que producen la ignorancia del poder de Dios, pero sobre todo, por el peligro que representa para sus personales intereses.