Confiar en ti mismo Aprender a confiar puede ser difícil al principio. Será un ejercicio inútil si te basas en tu mente para crear confianza. Ello se debe a que la mente funciona sobre problemas materiales mediante la interpretación de datos sensoriales. Al volverse hacia las cuestiones espirituales, la mente intenta encontrar respuestas intelectuales mediante la utilización de pruebas, razonamiento lógico y teórico. Exige garantías y pruebas para establecer resultados tangibles.
En contraste, el método del corazón, centrado en la compresión espiritual, supone un reconocimiento intuitivo del valor del amor. Mientras que la mente trata de conocer el espíritu estableciendo condiciones lógicas que deben satisfacerse para que se produzca una liberación del amor, el corazón emplea como método el amor intuitivo. No es la conclusión de ningún razonamiento. Es la forma de actuar propia de la espontaneidad, no el resultado de un regateo con el intelecto. El corazón confía en la sabiduría interior que siente y conoce espontáneamente, mientras que la mente exige pruebas científicas para poder confiar.
En occidente, a la mayoría de nosotros se nos ha enseñado que el centro de nuestra sabiduría se encuentra en la cabeza. Si se le pregunta a la gente dónde cree que está su capacidad para procesar el pensamiento y la experiencia, generalmente responderá que en el cerebro. Si se plantea la misma pregunta a personas conscientes espiritualmente te indicarán que en el corazón.
Cuando la mente busca corroboración mediante pruebas específicas como ayuda para la comprensión espiritual, está invadiendo un ámbito mucho más apropiado para el corazón. Por esta razón, es necesario confiar en lo que el corazón sabe. Sin una confianza total es imposible conocer los milagros del yo superior y convertirse en un manifestador.
La vida espiritual no depende de la acumulación de información intelectual. La espiritualidad necesita del suelo fértil de los sentimientos que aporta la dimensión de lo invisible. Es imperativo confiar en el espacio de tu corazón para el crecimiento de una vida espiritual sana.
Eso significa cultivar una armonía entre mente y corazón y, para la mayoría de nosotros, eso supone a su vez terminar con la dominación del intelecto.
La mente tiene que rendir su papel como juez permanente y permitir que el corazón contribuya con su sabiduría.
Wayne Dyer.
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