Llegó entonces uno de los dirigentes de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, cuando vio a Jesús, se postró a sus pies. Le rogaba:
Jesús se fue con Jairo en medio de un gentío que lo apretaba. Se encontraba allí una mujer que padecía desde hacía doce años de un derrame de sangre. Había sufrido mucho en manos de varios médicos y gastado en ellos
todo lo que tenía sin ningún resultado. Al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás, en medio de la gente, y le tocó el manto. La mujer pensaba:
Al momento cesó su hemorragia y sintió en su cuerpo que estaba sana.
Jesús le dijo:
BENDITO Y ALABADO SEA POR SIEMPRE NUESTRO SEÑOR
MUCHAS GRACIAS QUERIDO AMIGO
DIOS TE BENDIGA
Paqui