Por su efecto explosivo, el bikini tomó su nombre del atolón donde EE UU probaba sus bombas atómicas
Tampoco los romanos calcularon el éxito que la cómoda prenda que guardaba las piernas de sus enemigos -los germanos y celtas- tendría en sus propias filas, hasta el punto de tener que prohibirla. Muchos siglos más tarde, se le daría el nombre de pantalón, por el personaje Pantaleón de la Comedia Italiana. Y es que detrás de nuestra indumentaria cotidiana hay un sinfín de curiosas historias.
Un regimiento de caballería de Croacia que visitó la corte de Luis XIV de Francia dio origen a la corbata, en alusión al largo paño que llevaban al cuello los croatas -llamados por los franceses cravates-. Tres siglos más tarde, y por su efecto explosivo, el bikini tomó su nombre del atolón donde que los estadounidenses probaban sus bombas atómicas durante los años cincuenta. Brasileños y africanos se disputan el origen del tanga, en tanto que el pijama, que en su lengua nativa (pae jamah) significa "prenda para las piernas", era el atuendo de faena en la India, convertido en traje para dormir por los colonos ingleses hacia 1880.
También por su indumentaria práctica y cómoda, los marchand d'ail (mercaderes de ajo) franceses sirvieron de inspiración para el chándal que hoy todos conocemos, si bien causó sorna cuando se presentó, hacia 1893. Fue al estallar la I Guerra Mundial cuando demostró sus grandes propiedades para los soldados.
Moda marcial
No sólo el chándal 'despegó' gracias a la guerra; otras prendas tienen como cuna los conflictos bélicos. La chaqueta de punto abotonada que llevaban los oficiales del ejército británico durante la guerra de Crimea (1853-1856) dio lugar al cárdigan, en alusión al conde de Cardigan, que dirigió la carga de la Brigada Ligera. Ya en el siglo XX, los británicos adoptaron para sus tropas emplazadas en el trópico o el desierto los pantalones cortos bermudas, en honor a su colonia del mismo nombre en el Atlántico.
Con la I Guerra Mundial se popularizó el uso del pullover y la gabardina, y con la II Guerra Mundial llegaron la trenka (tres cuartos utilizado por la Marina británica y llamado en un principio trench coat -abrigo de trinchera-), la chaqueta bomber, usada por los pilotos -que lanzaban las bombas-, la cazadora y el montgomery, chaquetón con capucha, trabillas en las mangas, alamares de cuerda y botonadura de madera o hueso, que tan popular se hizo en los ochenta y que debe su nombre al general Montgomery, que impuso esta pieza como reglamentaria.
Otra clase de abrigo cobró gran importancia a finales del siglo XX, el anorak, hecho con piel de foca y utilizado por los inuit (esquimales). Otros indígenas, en este caso nativos del Nuevo Mundo, inspiraron otro atuendo muy actual: el impermeable. Fueron los conquistadores españoles los que importaron a Europa la práctica de untar sus capas, sombreros e incluso las suelas de su calzado con una resina procedente de la hevea del Brasil que repelía efectivamente la lluvia y la humedad.
Marineros y fumadores
Por su parte, el jersey y el blazer tienen su origen en el mar. El primero, típica prenda de punto, apareció en el siglo XVII en la isla de Jersey, en el canal de la Mancha, donde la utilizaban pescadores y marineros. Según se cuenta, cada familia tenía su estilo y color. Así, aquellos que morían en el mar eran fácilmente reconocidos cuando el cadáver llegaba a la orilla. El blazer, chaqueta de vestir de corte casual con botones metálicos, también procede del mundo náutico y de la marina. Más elegante es el uso del esmoquin, traje de chaqueta corta que los ingleses llevaban para fumar en casa en la segunda mitad del siglo XIX. En el XX pasó a designar un batín de seda. Hoy, incluso lo llevan las mujeres.
España, marcando estilo
Algunas prendas de ropa y accesorios tienen su origen en nuestro país. Como la lechuguilla, el cabezón de camisa almidonado que se empleaba durante los reinados de Felipe II y Felipe III y que recibe su nombre por su parecido con el rizo de las hojas de lechuga. Y el guardainfante, una falda corta hecha con varillas o aros que se colocaba, cosida a una enagua, debajo del vestido para darle volumen, que se llama así porque servía para disimular los embarazos y proteger al feto. El bolero, chaquetilla corta de señora, también guarda relación con España: al parecer, el modisto Charles Worth lo ideó para la emperatriz Eugenia de Montijo.