Día litúrgico: Sábado XXXI del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc 16,9-15): En aquel tiempo, Jesús decía a sus discípulos: «Yo os digo: Haceos amigos con el Dinero injusto, para que, cuando llegue a faltar, os reciban en las eternas moradas. El que es fiel en lo mínimo, lo es también en lo mucho; y el que es injusto en lo mínimo, también lo es en lo mucho. Si, pues, no fuisteis fieles en el Dinero injusto, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si no fuisteis fieles con lo ajeno, ¿quién os dará lo vuestro? Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero».
Estaban oyendo todas estas cosas los fariseos, que eran amigos del dinero, y se burlaban de Él. Y les dijo: «Vosotros sois los que os la dais de justos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones; porque lo que es estimable para los hombres, es abominable ante Dios».
PALABRA DEL SEÑOR
Comentario: Rev. D. Joaquim FORTUNY i Vizcarro (Cunit, Tarragona, España)
El que es fiel en lo mínimo, lo es también en lo mucho
Hoy, Jesús habla de nuevo con autoridad: usa el «Yo os digo», que tiene una fuerza peculiar, de doctrina nueva. «Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (cf. 1Tim 2,4). Dios nos quiere santos y nos señala hoy unos puntos necesarios para alcanzar la santidad y estar en posesión de lo “verdadero”: la fidelidad en lo pequeño, la autenticidad y el no perder de vista que Dios conoce nuestros corazones.
La fidelidad en lo pequeño está a nuestro alcance. Nuestras jornadas suelen estar configuradas por lo que llamamos “la normalidad”: el mismo trabajo, las mismas personas, unas prácticas de piedad, la misma familia... En estas realidades ordinarias es donde debemos realizarnos como personas y crecer en santidad. «El que es fiel en lo mínimo, lo es también en lo mucho» (Lc 16,10). Es preciso realizar bien todas las cosas, con una intención recta, con el deseo de agradar a Dios, nuestro Padre; hacer las cosas por amor tiene un gran valor y nos prepara para recibir “lo verdadero”. ¡Qué bellamente lo expresaba san Josemaría!: «¿Has visto cómo levantaron aquel edificio de grandeza imponente? —Un ladrillo, y otro. Miles. Pero, uno a uno. —Y sacos de cemento, uno a uno. Y sillares, que suponen poco, ante la mole del conjunto. —Y trozos de hierro. —Y obreros que trabajan, día a día, las mismas horas... ¿Viste cómo alzaron aquel edificio de grandeza imponente?... —¡A fuerza de cosas pequeñas!».
Examinar bien nuestra conciencia cada noche nos ayudará a vivir con rectitud de intención y a no perder nunca de vista que Dios lo ve todo, hasta los pensamientos más ocultos, como aprendimos en el catecismo, y que lo importante es agradar en todo a Dios, nuestro Padre, a quien debemos servir por amor, teniendo en cuenta que «ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro» (Lc 16,13). Nunca lo olvidemos: «Sólo Dios es Dios» (Benedicto XVI).
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