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Hermosas Reflexiones: El Maestro Vive en Tu Interior
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Paqui  (Mensaje original) Enviado: 05/11/2010 17:48
 
 
 
 
Érase una vez un maestro que hablaba a un grupo
de gente y su mensaje resultaba tan maravilloso que
todas las personas que estaban allí reunidas se
sintieron conmovidas por sus palabras de amor.
En medio de esa multitud se encontraba un hombre
que había escuchado todas las palabras que el
maestro había pronunciado. Era un hombre muy
humilde y de gran corazón, que se sintió tan
conmovido por las palabras del maestro que
sintió la necesidad de invitarlo a su hogar.

Así pues cuando el maestro acabó de hablar,

el hombre se abrió paso entre la multitud, se

acarreó a él y, mirándole a los ojos, le dijo:
—Sé que está muy ocupado y que todos requieren

su atención. También sé que casi no dispone de

tiempo ni para escuchar mis palabras, pero mi

corazón se siente tan libre y es tanto el amor

que siento por usted que me mueve la necesidad

de invitarle a mi hogar. Quiero prepararle la

mejor de las comidas. No espero que acepte,

pero quería que lo supiera.
El maestro le miró a los ojos, y con la más

bella de las sonrisas, le contestó:
—Prepáralo todo. Iré.
Entonces el maestro se alejó.

Al oír estas palabras el corazón del hombre

se sintió lleno de júbilo.  A duras penas podía

esperar a que llegase el momento de servir al

maestro y expresarle el amor que sentía por él.  

Sería el día más importante de su vida: el

maestro estaría con él.  Compró la mejor

comida y el mejor vino y buscó las ropas más

preciosas para ofrecérselas como regalo.  

Después corrió hacia su casa a fin de llevar a

cabo todos los preparativos para recibir al

maestro.  Lo limpió todo, preparó una comida

deliciosa y decoró bellamente la mesa.  

Su corazón estaba rebosante de alegría porque

el maestro pronto estaría allí.

El hombre esperaba ansioso cuando alguien

llamó a la puerta. La abrió con afán pero,

en lugar del maestro, se encontró con una

anciana. Ésta le miró a los ojos y le dijo:
—Estoy hambrienta. ¿Podrás darme un trozo de pan?
É
l se sintió un poco decepcionado al ver

que no se trataba del maestro. Miró a la mujer

y le dijo: —Por favor entre a mi casa.

La sentó en el lugar que había preparado para

el maestro y le ofreció la comida que había

preparado para él. Pero estaba ansioso y

esperaba que la mujer se diese prisa en acabar

de comer. La anciana se sintió conmovida por la

generosidad de este hombre. Le dio las

gracias y se marchó.

Apenas hubo acabado de preparar de nuevo

la mesa para el maestro cuando alguien volvió

a llamar a su puerta. Esta vez se trataba

de un desconocido que había viajado a través

del desierto. El forastero le miró y le dijo:
—Estoy sediento.  ¿Podrías darme algo de beber?

De nuevo se sintió un poco decepcionado

porque no se trataba del maestro, pero

aún así, invitó al desconocido a entrar

a su casa, hizo que se sentase en el lugar

que había preparado para el maestro y le

sirvió el vino que quería ofrecerle a él.  

Cuando se marchó volvió a preparar de nuevo

todas las cosas.

Por tercera vez, alguien llamó a la puerta

y cuando la abrió, se encontró con un niño.

Éste elevó su mirada hacia él y le dijo:
—Estoy congelado. ¿Podría darme una manta para

cubrir mi cuerpo?

Estaba un poco decepcionado porque no se

trataba del maestro, pero miró al niño a los

ojos y sintió amor en su corazón.  Rápidamente

cogió las ropas que había comprado para el

maestro y le cubrió con ellas.  El niño le

dio las gracias y se marchó.

Volvió a prepararlo todo de nuevo para el

maestro y después se dispuso a esperarle

hasta que se hizo muy tarde.  Cuando

comprendió que no acudiría se sintió

decepcionado, pero lo perdonó de inmediato.  

Se dijo a sí mismo: “Sabía que no podía

esperar que el maestro viniese a esta

humilde casa.  Me dijo que lo haría,

pero algún asunto de mayor importancia lo

habrá llevado a cualquier otra parte.  

No ha venido, pero al menos aceptó la

invitación y eso es suficiente para que mi

corazón se sienta feliz.”

Entonces guardó la comida y el vino y se acostó.  

Aquella noche soñó que el maestro le hacía

una visita.  Al verlo se sintió feliz sin

saber que se trataba de un sueño.  

“¡Ha venido maestro!  Ha mantenido su palabra.”

El maestro le contestó:
—Sí, estoy aquí, pero estuve aquí antes.  

Estaba hambriento y me diste de comer.  

Estaba sediento y me ofreciste vino.  

Tenía frío y me cubriste con ropas.  

Todo lo que haces por los demás, lo haces por mí.

 

A/D

 

 

 

 

 

 

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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: Margarita12 Enviado: 15/11/2010 09:34
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