
 LA VERDADERA ALEGRIA
Son
muchas las manifestaciones de la alegría: personas que ríen, cantan,
juegan, beben, cuentan chistes, están de buen humor, etc. Hay veces que
la alegría es sincera, en otras ocasiones se busca simplemente aparentar
que se está bien.
Si
la alegría no está plenamente en las manifestaciones anteriores, la
pregunta surge espontánea: ¿en qué consiste la verdadera alegría? La
respuesta es sencilla: la alegría está en la autenticidad de vida, en
ser lo que se es. Esta es la clave. No radica en aparentar, ni en tener
cada vez más posesiones, ni mucho menos en estar riéndose
superficialmente de manera constante, porque como bien dice el dicho
popular “la risa superficial abunda en la boca de los tontos”.
Para
la esposa y madre, la alegría estará en entregarse por completo al
esposo y a los hijos. Si se es padre, la alegría radicará en la buena
educación de los hijos, y qué satisfacción da a un padre de familia ver a
sus hijos, ya grandes, bien formados. Para el hijo, la alegría debe
consistir en obedecer a los propios padres, que representan el querer de
Dios, y en ser caritativos con los que le rodean.
Pero
para el cristiano, que por definición es el seguidor de Cristo, la
alegría consiste en la coherencia de vida, en ser, por lo tanto, fiel
discípulo de Cristo. Esta es la fuente de la verdadera alegría. Así
pues, para el auténtico seguidor de Cristo, la verdadera alegría se
encontrará en buscar agradar en todo a su Señor, en hacerlo feliz con
cada una de sus acciones. Pero cuando se empiezan a hacer cosas que van
en contra de lo que se es, se irá creando en esa persona una división
interior. Cuando no se vive como se piensa, se termina pensando como se
vive.
La
genuina alegría produce una satisfacción interior. ¿Quién no ha
experimentado esa paz interior que se produce cuando se es fiel al
deber, cuando se llevan las responsabilidades al día, o cuando se tiene
una conciencia tranquila? Cuánta alegría posee el que tiene una sola
cara. Y por el contrario, cuánta tristeza e insatisfacción se crea
cuando se tiene dos personalidades diferentes, que se usan, dependiendo
de los casos, cuando más convenga.
El
cristiano, el seguidor de Cristo, será verdaderamente feliz cuando
consciente y animosamente lo siga. Cuando olvidándose de sí mismo y de
sus gustos personales, se entregue a los demás para ayudarlos en sus
necesidades y compartir así la alegría que lleva dentro, que nada ni
nadie le podrá quitar.
a/d
 

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