Los cuencos tibetanos se obtienen a partir de la aleación de los siete metales, los cuales cada uno de ellos simboliza a un planeta, así tenemos que:
Oro simboliza al Sol, Plata a la Luna, Mercurio a Mercurio, Cobre a Venus, Hierro a Marte, Estaño a Júpiter y Plomo a Saturno.
Desde la antigüedad el sonido ha tenido un uso "terapéutico", estimulando las emociones, transmitiendo mensajes ligados a diversos estados físicos y así poder conectarnos con la frecuencia sonora y entrar en la armonía de la música de los Planetas.
El sonido es la fuente de todas las cosas ya sean visibles o invisibles y todas las tradiciones religiosas lo consideran un medio para poner al espíritu en contacto con las esferas celestes o la llamada música de las esferas.
También los místicos de todos los tiempos han atribuido a la música un lugar preponderante, considerando al sonido como una fuente de inspiración para la meditación y una vía directa para acercarse a la divinidad.
Cuando un cuenco tibetano suena se crean fuertes vibraciones que se propagan y se van difundiendo por todo el cuerpo, removiendo y abriendo nuestra energía, por lo que se crea una concordancia entre el cuenco y su poseedor, esto hecho varias veces provoca un estado de unidad y profunda paz, llegando más allá del relajamiento, moviendo la energía eliminamos esa mala energía que tenemos y la reemplazamos por energía positiva. Al ser el cuerpo humano un conjunto de vibraciones y ondas, los órganos sanos vibran con la frecuencia justa y los enfermos tienen una frecuencia alterada que este sonido repara.
A la vez que alineamos nuestra conciencia con estos sagrados instrumentos, nos vamos introduciendo en el Universo sonoro para poder encontrar la ruta de acceso al orden armónico y natural de la vida. Esta repercusión nos beneficia para entrar en la frecuencia sanadora, nos sentimos integrados, armoniosos, nuestra vibración se vuelve fuerte, irradiada de las virtudes que moran en nuestra naturaleza, nos sentimos dichosos y en paz.
En el camino de nuestra armonización nos van cantando nuestra música interna, ayudándonos a centrarnos, a atravesar nuestras disonancias con los diferentes tonos y los distintos toques van moviendo la energía en la dirección adecuada con nuestro macrocosmos y así notaremos una sensación de bienestar físico y espiritual.
La vibración de los cuencos tibetanos estimula al cuerpo, ya que éste al entrar en sintonía con sus frecuencias armónicas le ayuda a encontrar por sí mismo sus propias frecuencias y guiado por estas vibraciones el cuerpo se une a las ondas vibratorias primordiales.
Por eso es tan importante el sonido vibratorio de los cuencos tibetanos.