CANCIÓN
¡Oh libertad preciosa, no comparada al oro, ni al bien mayor de la espaciosa tierra, más rica y más gozosa que el precioso tesoro que el mar del sur entre su nácar cierra; con armas, sangre y guerra, con las vidas y famas, conquistado en el mundo; paz dulce, amor profundo que el mar aparta y a tu bien nos llamas; en ti sola se anida oro, tesoro, paz, bien, gloria y vida!
Cuando de las humanas tinieblas vi el cielo la luz, principio de mis dulces días, aquellas tres hermanas que nuestro humano velo tejiendo, llevan por inciertas vías, las duras penas mías trocaron en la gloria que en libertad poseo, con siempre igual deseo, donde verá por mi dichosa historia quien más leyere en ella que es dulce libertad lo menos della.
Yo, pues, señor exento desta montaña y prado, gozo la gloria y libertad que tengo. Soberbio pensamiento jamás ha derribado la vida humilde y pobre que sostengo. Cuando a las manos vengo con el muchacho ciego, haciendo rostro embisto, venzo, triunfo y resisto la flecha, el arco, la ponzoña, el fuego, y con libre albedrío lloro el ajeno mal y canto el mío.
Cuando la aurora baña con el rocío de aljófar celestial el monte y prado, salgo de mi cabaña, riberas de este río, a dar el nuevo pasto a mi ganado, y cuando el sol dorado muestra sus fuerzas graves, al sueño el pecho inclino debajo un sauce o pino, oyendo el son de las parleras aves o ya gozando el aura donde el perdido aliento se restaura.
Cuando la noche oscura con su estrellado manto el claro día en su tiniebla encierra, y suena en la espesura el tenebroso canto de los nocturnos hijos de la tierra, al pie de aquesta sierra con rústicas palabras mi ganadillo cuento y el corazón contento del gobierno de ovejas y de cabras, la temerosa cuenta del cuidadoso rey me representa.
Aquí la verde pera con la manzana fermosa, de gualda y roja sangre matizada, y de color rosa la cermeña olorosa tengo, y la endrina de color morada; aquí de la enramada parra que el olmo enlaza, melosas uvas cojo; y en cantidad recojo, al tiempo que las ramas desenlaza el caluroso estío, membrillos que coronan este río.
No me da descontento el hábito costoso que de lascivo el pecho noble infama; es mi dulce sustento del campo generoso estas silvestres frutas que derrama; mi regalada cama, de blanda pieles y hojas, que algún rey la envidiara, y de ti, fuente clara, que, bullendo, el arena y agua arrojas, estos cristales puros, sustentos pobres, pero bien seguros.
Estése el cortesano procurando a su gusto la blanda cama y el mejor sustento; bese la ingrata mano del poderoso injusto, formando torres de esperanza al viento; viva y muera sediento por el honroso oficio, y goce yo del suelo, al aire, al sol y al hielo, ocupado en mi rústico ejercicio; que más vale pobreza en paz que en guerra mísera riqueza.
Ni temo al poderoso ni al rico lisonjero, ni soy camaleón del que gobierna, ni me tiene envidioso la ambición y el deseo de ajena gloria ni de fama eterna; carne sabrosa y tierna, vino aromatizado, pan blanco de aquel día, en prado, en fuente fría, halla un pastor con hambre fatigado, que el grande y el pequeño somos iguales lo que dura el sueño.
Lope de Vega
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