"De aquél que es herido y se ofende con facilidad, se dice que es sensible. No, la verdadera sensibilidad es una total apertura a la belleza y a la luz del mundo divino, y un cierre a todas las fealdades y absurdidades del mundo humano. Así pues, aquello que generalmente llamamos sensibilidad, es decir capacidad de sentir dolorosamente la indiferencia, el desprecio, las críticas y las ofensas, no es en realidad más que la susceptibilidad, la sensiblería. Entonces, ¿qué queda para estos pobres desgraciados para quienes no existe ni el Cielo, ni los ángeles, ni los amigos, ni la belleza, sino sólo la gente injusta, malvada y malintencionada? No debemos confundir sensibilidad con sensiblería. La sensiblería es la manifestación enfermiza de un «yo» pobre, mezquino, estrecho y neurálgico. La sensibilidad, por el contrario, es un grado superior de evolución que pone al hombre en relación con las regiones celestiales y le permite vibrar al unísono con toda la belleza del universo."