A veces cuando rezo es como si Dios estuviese en todas partes cerca de mí - tan cerca que no me gusta decir amen. Decir amén es como si terminase una conversación telefónica con El. Digo yo que sería estupendo si, en vez de colgar el teléfono, pudiésemos dejar el teléfono descolgado para siempre. Así, cada vez que nos acercásemos al teléfono para escuchar, escucharíamos a Dios respirando el otro lado del teléfono (Laura Peyton Roberts)