Jesús se va para que el Espíritu Santo intérprete anide en nosotros, pero él regresará, mientras tanto nos deja la paz, esa paz que nos permitirá disfrutar del Reino de Dios en este mundo y la vida eterna en el mundo venidero, por lo que no debemos permitir que las inquietudes, los miedos, las contiendas, las frustraciones, las enfermedades, envidias, egoísmos, angustias, etc. florezcan en nuestra vida cotidiana en nuestras familias y fuera de ella, y nos vuelvan a introducir de donde ya hemos sido sacados. Así, que si verdaderamente creemos en Jesús y su Palabra aceptando la voluntad de Dios, hagamos nuestras las promesas que Dios le encomendó transmitir a toda la humanidad, y por ese inmenso amor que le tenemos, alegrémonos de que va al Padre para que podamos introducirnos al significado espiritual de su enseñanza acatando la voluntad del Padre, pues el Padre es mayor que él y él obedece su voluntad.