Siete minutos
Hoy, la noche termina en siete minutos más,
el último respiro;
es evocación y despedida de madrugada.
Siete minutos más, y el tiempo se despide,
resurgirá mañana el sol?
La respuesta se la lleva el viento,
mientras me pierdo en palabras que nadie escucha,
y mis manos débiles y cansadas
encuentran un motivo y mil pretextos
para respirar con aliciente.
Quizá son unas manos, tan suaves como el aire,
o esos labios tan lejanos de mi, como el mar del cielo,
pero con cercanía marcada por el deseo.
La oscuridad sigue caminando
Y dejan de ser siete los minutos,
Pero se mantiene el número en el pretexto;
Ese afán de encontrar siete razones
para nombrarte entre mi desvelo.
Son sus actos tan poco pensados
nada planeados, pero siempre perfectos,
tan rítmicos como la llegada de la primavera
y tan cálidos como las llamas a las que induce el invierno.
Ella es el cambio de las estaciones,
hoy verano, mañana otoño,
no hay tiempo ni espacio en su memoria,
solo perdura su sonrisa,
y con ella su encanto tan perfecto,
que hace de la noche, siete minutos que nunca se terminan.
Autor: Allan Edgardo Rodríguez Domínguez.
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