Cuentan que dos se casaron,
y la noche de la boda,
ya en quietud la casa toda,
de tal manera se hablaron.
Él dijo: -Ya no hay que hacer
secretos impertinentes:
postizos traigo los dientes;
paciencia: sois mi mujer.
Dijo ella: -Perdón os pido.
Postizo traigo el cabello:
no hay que reparar en ello;
paciencia: sois mi marido.
Es muy justo y natural,
cuando hace un engaño alguno,
que encuentre con otro tuno
y queden tal para cual.