“Porque te confiaste en tu maldad, diciendo:
Nadie me ve. Tu sabiduría y tu misma ciencia te engañaron,
y dijiste en tu corazón: Yo, y nadie más”. Isaías 47:10 Maldad: ¿Cómo puede alguien confiar en la maldad?
¿Tiene esto algún sentido? Nadie realmente pone su fe
en lo malo, ¿O si? Sí, hay historias folclóricas acerca de
hacer pactos con el Diablo, pero la mayor parte de lo que
sabemos al respecto es ficticio. Así que, ¿Qué querrá
decir Isaías? La explicación se encuentra aún en elaboración.
Confiar en ra’a’ (maldad) es decirse a sí mismo: “Nadie me ve”.
En otras palabras, es la presunción de que no seré descubierto.
Confiar en la maldad es asumir que un comportamiento no
visible evita las consecuencias morales.
No significa que yo no reconozco que el comportamiento es malo.
Significa que yo pienso que no sufriré ninguna consecuencia por hacerlo. ¿Por qué es tan tonta esta presunción acerca de la vida?
Es tonta porque niega la soberanía de Dios. Él siempre ve.
El hombre que piensa que puede salirse con la suya,
es el hombre que piensa que es su propio dios.
Tal hombre no es solamente culpable de la infracción moral
de su comportamiento, él también es culpable de idolatría.
Se ha puesto a sí mismo en el lugar de Dios.
Él es un doble pecador por un único acto. Por supuesto, ninguno de nosotros es como este hombre
tonto, ¿Verdad? Nunca realizamos acciones que dependan
de quedar en secreto para evitar consecuencias.
Nunca evitamos la luz para poder terminar una obra.
Nosotros nunca calculamos las probabilidades de ser
descubiertos antes de proseguir. No, todas nuestras
acciones son capaces de soportar la luz, siendo
completamente justificadas porque ellas están alineadas
al carácter del Rey ¿No es así? Nos mortificaría siquiera
imaginar que algún acto nuestro debiera ser escondido
en un esfuerzo por evitar sus consecuencias naturales. Claro, claro, por supuesto que sí. Pero a veces no somos tan justos… ¿Verdad? A veces
buscamos pequeñas excusas, creamos un poquito de
oscuridad, algunas veces planeamos como no ser descubiertos.
Lo que no nos damos cuenta es que no importa cuán pequeña
sea la infracción moral, cada uno de esos actos es idolatría.
Cada acción afirma que Dios no es el Juez de toda la humanidad,
que Él no es soberano y supremo y que su ley no está inscrita en el tejido mismo del universo. Cuando hice trabajo voluntario en una cárcel, trabajé con
hombres jóvenes que rutinariamente afirmaban que su único
crimen había sido ser descubiertos. Ellos creían que sus
acciones fueron completamente justificadas. Estos hombres
no tenían remordimientos, solamente resentían el hecho de
no haber sido lo suficiente astutos para evitar ser arrestados…
y creían que la próxima vez sería distinto. Yo a menudo pensé si acaso yo mismo era diferente a ellos,
con la excepción que nunca fui descubierto.
Yo era ciertamente capaz de hacer lo que ellos habían hecho.
¿Evité esas acciones por el temor de ser descubierto o porque sólo deseaba seguir a mi Rey? Isaías presenta la antigua pregunta de la fe: ¿En quién confías?
Los idólatras confían en sí mismos. Ellos no tienen otro dios.
El problema es que su dios es ciego. ¡Mi Dios no lo es! Dr. Skip Moen.
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