Pero la tormenta siguió y arrastró al barco hasta
el fondo
Pero el pedazo era demasiado pequeño
como para soportarnos a los dos, así que nos
miramos a los ojos en ese momento y supimos que
había llegado la hora de la verdad. El instante
preciso en que la amistad se pone en juego.
Debajo de la lluvia, que aún caía, no hicieron
falta palabras para saber exactamente lo que
debíamos hacer. Emprendimos nuestro regreso a
casa juntos. El pequeño trozo de madera nos hizo
ver cuan grande era nuestra amistad.
Turnados para flotar en la madera, llegamos a la
costa. Uno nadaba y el otro descansaba, después
cambiábamos los roles.
Allí esta encerrada toda la filosofía de la amistad:
cuando uno está caído su amigo lo levanta,
y viceversa
D/R
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