Ni luna enardecida, ni alta brisa:
firmamentos de cal a tu recelo
y una hora inmóvil, silenciosa y lisa
desgranando en mis pulsos su desvelo.
frente a frente los dos, con nuestro beso
embridado de dientes y de brumas,
dudando en decidirse -libre o preso-
por lecho de cristal, nardos o espumas.
Victoriano Cremer