En la mesa de mi cocina tenemos este recipiente de metal donde ponemos todas esas cosas que no parecen ir en ningún otro lugar.
¿Tienes un lugar así en tu casa? Puede ser una repisa o un cajón. Es el lugar donde pones todas esas pertenencias que no tienen un sitio. Es ahí donde terminan. Y una vez tiene allí un cordón de zapatos y una llave que no tienes idea de dónde salió y quizás un pegamento de goma y un cartucho de dinamita o algo no sé.
Bueno, como sea, hace unos días, mi esposa Kristen y yo estábamos limpiando la cocina. Estábamos recogiendo cosas y vi esta pequeña bola blanca en el recipiente de metal. Y estoy impresionado porque nunca antes la había visto. Y volteó a ver a Kristen, y le digo algo así como:
-Ey, ¿de dónde salió esta bola blanca? ¿ De dónde la sacaste?
Ella me dice: No tengo la menor idea. Nunca antes la había visto.
Y nuestros hijos estaban allí, así que les dije: Ey, niños, ¿de dónde sacaron esta pelota? No la habíamos visto antes.
Y uno de mis hijos, el más joven dijo: Bueno, no sé, nunca la había visto. Y mi hijo mayor dijo: Qué extraño. No sé. No sé de dónde viene. ¿No sabes de dónde salió? Y como que sigue con ese mismo tono de voz y dice algo así como: Qué extraño, o sea que esta pequeña bola blanca apareció de la nada, ¡quién sabe de dónde viene!.
Y Kristen y yo nos miramos con esa mirada diciendo: ¿Sabes quién es este chico? Es decir, por un momento breve, era como si fuera otro niño y sigue adelante con estos extraños gestos. Como si hubiera sido poseído por el espíritu de Urkel o algo así. Y por un momento breve, es este otro chico y sigue: ¡No sé, no sé de dónde salió!.
Quiero decir es sólo una pequeña bola blanca y Kristen y yo nos miramos como si no fuera gran cosa.
Un par de días después mi esposa estaba en casa con los niños y ella estaba en un cuarto y ellos estaban jugando en otro cuarto, y ella escucha un alboroto, y los dos corren al cuarto donde ella estaba y el menor será llorando e insiste en que su hermano lo golpeó, y el mayor dice: No lo golpee. No sé de qué hablas. Es extraño. Es extrañísimo. Yo no lo golpee. Y sigue, y sigue y el menor al que se le caen las lágrimas sigue: No, ¡él me golpeó!. Y el mayor sigue: No, no sé de qué hablas es extraño. Es extrañísimo.
Y luego Kristen sólo le dice: ¿Cómo cuando no sabías de dónde venia la bola? Y él se queda helado.
La palabra técnicamente légal aquí es atrapado.
Sabes, ¿ese momento en el que tu basura te alcanza? Quizás no ese mismo día, quizás no el siguiente, quizás no por un rato pero dale un poco de tiempo, siempre nos encuentra. Como esta gran frase: Dónde vayas, allí estarás. Está escrita en la Biblia, en el libro a los Gálatas. Como, no te dejes engañar. Nadie se burla de Dios. Cosecharemos lo que plantamos.
De una forma u otra, si les damos tiempo, nuestros pecados nos hallarán. Siempre nos alcanzan, ¿no?
Así que mi hijo estaba ahí parado enfrente de su madre, helado. Y luego se voltea y sube las escaleras corriendo. Porque a veces es más fácil correr arriba, ¿no? que enfrentar la verdad.
Ahora, todo ese tiempo, ni siquiera estuve allí. Voy en camino a casa, llamo a Kristen y ella me cuenta la historia completa. Y mientras manejo a casa, voy pensando, ?Qué se supone que tengo que hacer cuando llegue a casa? Quiero decir, sé que tengo que hacer algo, pero no tengo ni idea de qué hacer. Así que llego a casa y Kristen me dice que no lo ha oído para nada desde que subió.
Así que subo y echo una ojeada a su cuarto y no está allí, voy a ver el cuarto de su hermano y no está allí. Y luego reviso el baño y tampoco está allí. lo que deja sólo una opción, nuestro cuarto. Así que voy a nuestro cuarto y me paro en el umbral y miro y allí en medio de nuestra cama, bajo las cobijas, hay un bulto del tamaño y la forma de mi hijo.
Y quiero decir, a esas alturas, ¡había estado allí abajo como dos horas! Debía estar sintiendo mucho calor ¡debía sentirse muy infeliz! Es decir. ¿podía al menos respirar allá abajo? Sentía que debía darle un esnórkel. Tenía que estar sintiéndose muy mal.
Y empecé a imaginarme todo lo que tendría que enmendar con su mamá, con su hermano y conmigo. Y luego pensé en la persona a la que le quitó la bola, tendríamos que llamarlos y en algún momento ir allá. Él tendría que devolver la bola y pedir disculpas.
Y seguía parado en el umbral de nuestro cuarto y pensaba en mi hijo y en toda la vergüenza que tenía. Esa vergüenza que lo hacía esconderse bajo las cubiertas por tanto rato.
Así que me acercó y me siento en el borde de la cama y lo descubro un poco y lo primero que veo es este cabello empapado, sabes como si hubiera estado debajo del agua. Y entonces lo sigo descubriendo lentamente hasta verlo echado ahí, acurrucado, con los ojos cerrados y no se mueve.
Es como si tuviera esta opción , ¿sigue así? ¿toma las cobijas y se las pone encima y sigue escondiéndose? ¿o simplemente sigue echado ahí completamente expuesto y vulnerable?
Así que sentado al borde de la cama, le dijo:
Nada de lo que puedas hacer, me hará amarte menos, nunca.
Y entonces, lentamente, se sienta y abre sus ojos y pone su cabeza empapada justo en medio de mi camisa seca, y me envuelve con esos pequeños brazos mojados y empieza a sollozar y llora, y llora y llora y lo siente tanto.
Y estoy sentado en el borde de la cama sujetando a mi hijo ya sin las cobijas repitiendo: Nunca nada de lo que puedas hacer me hará amarte menos. Nada.
¿Se dan cuenta? ¿Saben de qué hablo? Nada de lo que puedas hacer, hará que te quiera menos.
Quiero decir, lo que hayas hecho, dónde hayas estado, lo que vayas a hacer. Dios te ama. Dios siempre te ha amado y eso no lo puedes cambiar.
Porque a veces la bola blanca parece ser todo, ¿no? Es como, ¿cómo voy a escaparme de ella? Y no tenemos ni idea de qué hacer con nuestra vergüenza. Así que corremos arriba y nos escondemos baja las frazadas y seguimos escondiéndonos, porque no sabemos dónde ir o qué hacer.
Quizás digas algo así como: ¡Sí, pero no entiendes lo que he hecho! O esto: ¡Si supieras!
No, como dice en el libro a los Romanos capítulo 8, en la Biblia: No hay nada que pueda separarnos del amor de Dios en Jesús. Nada ¡Nada! nada te puede separar.
Así que deja de esconderte bajo las frazadas. Deja que Dios te descubra. Acéptalo. Que tu vida se vuelva una respuesta a esta verdad: siempre te han amado, te aman y siempre te amarán. Y tienes que saber desde el fondo de tu alma que no hay nada que puedas hacer que haga que El te ame menos, NUNCA.
Nunca nada hará que Dios te ame menos. Nunca nada hará que Dios te ame menos. Nada. Nada.
Lump. Rob Bell
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