Los Ángeles, entendidos como intermediarios entre el mundo divino y el terrenal, mensajeros de Diós y protectores de los hombres, no son una prerrogativa de la tradición cristiana. En realidad, existen numerosos testimonios literarios e iconográficos que demuestran que la figura del ángel, en todas sus variantes formales, ha acompañado constantemente a los hombres de todas las épocas y culturas religiosas, incluso antes de la llegada del cristianismo.
En las religiones asirio-babilónicas ya existían figuras aladas que descendían del cielo para traer el mensaje de los dioses. Estas religiones contemplaban también la existencia de criaturas sobrenaturales protectoras de cada individuo, que podían, según los casos, garantizar asistencia y perdón e incluso preservar de peligros.
Persas y egipcios atribuyeron a algunos seres divinos, protectores de los hombres en la lucha contra los demonios, características en muchos casos similares a las de los ángeles. Una representación de la diosa egipcia Isis nos muestra a esta madre y guía bajo apariencia angélica, con unas grandes alas.
También en la tradición del Extremo Oriente, desde el hinduísmo hasta el budismo, se habla, según el principio del bien y del mal, de seres "angélicos", amigos del hombre y de seres demoníacos, antagonistas de los primeros y que ejercen sobre los hombres una acción hostil y maléfica.
Si se considera que "seres alados intermediarios entre cielo y tierra aparecen incluso en los escritos de los místicos sufíes, en las visiones de los chamanes, en las leyendas de los indios americanos", no es difícil afirmar que el motivo del ángel representa una constante universal que, más allá de las diversidades culturales y religiosas, ha acompañado durante siglos la historia de los hombres.
Anónimo