LA ARRUGA
Se miró al espejo. Una arruga más había hecho su aparición de la noche a la mañana. Torció el gesto y se la estiró un poco con el dedo. Un famoso modisto había dicho: “la arruga es bella”; pero, ya sabemos que la moda es inconstante, un modisto puede decir cualquier cosa y desdecirse la siguiente temporada. No, su arruga sería definitiva, estaría allí, una más, para recordarle el paso inexorable del tiempo, estaba allí, indeleble, provocativa, pareciendo decir “Aquí estoy yo ¿y qué? ¿qué vas a hacer? Soy parte de ti, de tus vivencias, acostúmbrate a mí porque aún vendrán otras hermanas a acompañarme y todas juntas poblaremos tu cara. Yo soy ésa a la que tu alegría y tu risa dio vida. Aún vendrán otras no tan simpáticas como yo; esas creadas por los sinsabores, la pena; la del ceño fruncido, la triste, la de las noches en vela, la de los celos, la del desamor. Pero alégrate porque todas estaremos para recordarte que estás viva, que todos esos lances que experimentaste están ya superados, no intentes deshacerte de nosotras porque sería como borrarte tu esencia, tus recuerdos; llévanos como muestra de que no has permanecido indiferente a todo lo que tu vida te ha dado; lloraste de dolor y de felicidad; somos tú y tus circunstancias” Se hizo hacia atrás, distanciándose un poco del espejo, sonrió y se dijo “¿Por qué no?” Y se acarició la arruga
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