“En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por
nosotros; también nosotros debemos poner nuestra vida por los hermanos”.
I Juan 3:16.
Hace varios años, en una aldea pequeña de Holanda, un joven mostró al
mundo las recompensas del servicio no egoísta. Debido a que toda la
aldea giraba alrededor de la industria pesquera, en casos de emergencia
era necesario un equipo de rescate de voluntarios. Una noche, el viento
soplaba fuerte, las nubes estaban cargadas y una fuerte tormenta hizo
zozobrar un bote pesquero en el mar. La tripulación envió una señal de
auxilio. El capitán de rescate hizo sonar la señal de alarma y los
aldeanos se reunieron en la plaza del pueblo. Una hora después, el bote
de rescate reapareció entre la niebla y los regocijados aldeanos
corrieron a recibirlo. Los voluntarios cayeron exhausto en la arena y
reportaron que por capacidad del barco, había tenido que dejar a un
hombre en el mar.
Con desesperación, el capitán pidió a otro equipo de voluntarios que
fuera en busca del sobreviviente solitario. Hans, de 16 años dio un
paso hacía adelante. Su madre lo asió del brazo y suplicó: “Por favor,
no vayas. Tu padre murió en un naufragio hace 10 años y tu hermano
mayor, ha estado perdido durante tres semanas en el mar. Hans, eres
todo lo que me queda”. Hans, respondió: Mamá, tengo que ir. Qué
sucedería si todos dijeran no puedo ir. Mamá en esta ocasión, tengo que
cumplir con mi deber. Cuando el deber nos llama, todos necesitamos
actuar y hacer nuestra parte”. Hans besó a su madre, se reunió con el
equipo y desapareció en la noche.
Transcurrió otra hora, la cual le pareció una eternidad a la madre de
Hans. Finalmente, el bote de rescate apareció entre la niebla y Hans
se encontraba de pie en la proa. EL capitán preguntó: Encontraron al
hombre perdido?. Casi sin poder contenerse, Hans respondió con
entusiasmo: “Sí, lo encontramos. Dígale a mi madre que es mi hermano
mayor”. Hoy, al reflexionar sobre esta historia encuentro que si no
niego en poner mi vida por los demás tarde que temprano seré
recompensado y esa recompensa en muchas ocasiones no tiene precio. Por
lo tanto este es un día para atreverme a darme por los demás, así como
el Señor se dio por mi.
Dr. Serafín Contreras Galeano.
www.serafincontreras.com
Señor, Gracias por hacer dado tu vida por mi en el calvario. Y no
puedo olvidar tan grande obra que ha afectado profundamente mi vida.
Hoy quiero entender que habrá ocasiones en las cuales tendré que seguir
tu ejemplo y dar mi vida por otros. Esta es la esencia del amor. Amén.