Día litúrgico: Sábado VI del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mc 9,2-13): En aquel tiempo, Jesús
toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y los lleva, a ellos solos, aparte, a un
monte alto. Y se transfiguró delante de ellos, y sus vestidos se volvieron
resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería
capaz de blanquearlos de ese modo. Se les aparecieron Elías y Moisés, y
conversaban con Jesús.
Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: «Rabbí,
bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para Ti, otra para
Moisés y otra para Elías»; pues no sabía qué responder ya que estaban
atemorizados. Entonces se formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino
una voz desde la nube: «Este es mi Hijo amado, escuchadle». Y de pronto, mirando
en derredor, ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos.
Y
cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto,
hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos observaron
esta recomendación, discutiendo entre sí qué era eso de "resucitar de entre los
muertos".
Y le preguntaban: «¿Por qué dicen los escribas que Elías debe
venir primero?». Él les contestó: «Elías vendrá primero y restablecerá todo;
mas, ¿cómo está escrito del Hijo del hombre que sufrirá mucho y que será
despreciado? Pues bien, yo os digo: Elías ha venido ya y han hecho con él cuanto
han querido, según estaba escrito de él».
Comentario: Rev. D. Xavier
ROMERO i Galdeano (Cervera, Lleida, España)
Les ordenó que a nadie contasen lo que habían
visto
Hoy, el Evangelio de la transfiguración nos presenta un
enigma descifrado. El texto evangélico de san Marcos está plagado de secretos
mesiánicos, de momentos puntuales en los cuales Jesús prohíbe que se dé a
conocer lo que ha hecho. Hoy nos encontramos ante un “botón de muestra”. Así,
Jesús «les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto, hasta que el Hijo
del hombre resucitara de entre los muertos» (Mc 9,9).
¿En qué consiste
este secreto mesiánico? Se trata de levantar un poco el velo de aquello que se
esconde debajo, pero que sólo será desvelado totalmente al final de los días de
Jesús, a la luz de su Misterio Pascual. Hoy lo vemos claro en este Evangelio: la
transfiguración es un momento, una catadura de gloria para descifrar a los
discípulos el sentido de aquel momento íntimo.
Jesús había anunciado a
sus discípulos la inminencia de su pasión, pero al verles tan turbados por tan
trágico fin, les explica con hechos y palabras cómo será el final de sus días:
unas jornadas de pasión, de muerte, pero que concluirán con la resurrección. He
aquí el enigma descifrado. Santo Tomás de Aquino dice: «Con el fin de que una
persona camine rectamente por un camino es necesario que conozca antes, de
alguna manera, el lugar al cual se dirige».
También nuestra vida de
cristianos tiene un fin desvelado por Nuestro Señor Jesucristo: gozar
eternamente de Dios. Pero esta meta no estará exenta de momentos de sacrificio y
de cruz. Con todo, hemos de recordar el mensaje vivo del Evangelio de hoy: en
este callejón aparentemente sin salida, que es frecuentemente la vida, por
nuestra fidelidad a Dios, viviendo inmersos en el espíritu de las
Bienaventuranzas, se agrietará el final trágico, gozando de Dios
eternamente.
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