Los ocupantes contra los que debe enfrentarse el hombre son pues innumerables, todos los impulsos instintivos que le asedian: los celos, la cólera, el rencor, la codicia, la gula, la sensualidad, el orgullo, la vanidad, etc. Pero entre todos los posibles ocupantes, el más peligroso es ciertamente la pereza. ¿Por qué? Porque se agarra a la voluntad.
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