El cielo de tu tacto Amarillo cubría El oculto jardín De pasión y de música. Altas yedras de sangre Abrazaban tus huesos. La caricia del alma -brisa en temblor- movía todo lo que tú eras. ¡Qué crepúsculo bello de rubor y cansancio era tu piel! Estabas como un astro sin brillo, recibiendo del Sol la luz de su contorno. Sólo bajo tus pies era de noche. Eras cárcel de música De la música presa, Que intentaba escapar En cada gesto tuyo, Pero que no podía salir Y se asomaba como un niño A los cristales de tus ojos claros.