Día litúrgico: Martes VIII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mc 10,28-31): En
aquel tiempo, Pedro se puso a decir a Jesús: «Ya lo ves, nosotros lo hemos
dejado todo y te hemos seguido». Jesús dijo: «Yo os aseguro: nadie que haya
dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el
Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora en el presente, casas,
hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo
venidero, vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos y los últimos,
primeros».
Comentario: Rev. D. Jordi SOTORRA i Garriga (Sabadell,
Barcelona, España)
Nadie que haya dejado casa (...) por
mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno (...) y en el mundo
venidero, vida eterna
Hoy, como aquel amo que iba cada
mañana a la plaza a buscar trabajadores para su viña, el Señor busca discípulos,
seguidores, amigos. Su llamada es universal. ¡Es una oferta fascinante! El Señor
nos da confianza. Pero pone una condición para ser discípulos, condición que nos
puede desanimar: hay que dejar «casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o
hacienda por mí y por el Evangelio» (Mc 10,29).
¿No hay contrapartida?
¿No habrá recompensa? ¿Esto aportará algún beneficio? Pedro, en nombre de los
Apóstoles, recuerda al Maestro: «Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos
seguido» (Mc 10,28), como queriendo decir: ¿qué sacaremos de todo eso?
La
promesa del Señor es generosa: «El ciento por uno: ahora en el presente (...) y
en el mundo venidero, vida eterna» (Mc 10,30). Él no se deja ganar en
generosidad. Pero añade: «Con persecuciones». Jesús es realista y no quiere
engañar. Ser discípulo suyo, si lo somos de verdad, nos traerá dificultades,
problemas. Pero Jesús considera las persecuciones y las dificultades como un
premio, ya que nos ayudan a crecer, si las sabemos aceptar y vivir como una
ocasión de ganar en madurez y en responsabilidad. Todo aquello que es motivo de
sacrificio nos asemeja a Jesucristo que nos salva por su muerte en
Cruz.
Siempre estamos a tiempo para revisar nuestra vida y acercarnos más
a Jesucristo. Estos tiempos y todo tiempo nos permiten —por medio de la oración
y de los sacramentos— averiguar si entre los discípulos que Él busca estamos
nosotros, y veremos también cuál ha de ser nuestra respuesta a esta llamada. Al
lado de respuestas radicales (como la de los Apóstoles) hay otras. Para muchos,
dejar “casa, hermanos, hermanas, madre, padre...” significará dejar todo aquello
que nos impida vivir en profundidad la amistad con Jesucristo y, como
consecuencia, serle sus testigos ante el mundo. Y esto es urgente, ¿no te
parece?